Camila: Un llamado de atención

Una pequeña que no se identificaba consigo misma, quería atención del resto y la buscaba por medio de la agresión a una de sus compañeras. El dolor interno gatilló su actuar, mientras solo buscaba un poco de prioridad dentro de una familia grande.

Formas de llenar vacíos internos son variados como personas hay en este mundo. Algunos buscan la comida, otros el trago; hay quienes van de viaje, otros se encierran en su casa; están los que se refugian en los amigos, otros en la soledad. Sin embargo, están las personas que se refugian en la violencia, en agredir al resto (por suerte son menos). En esta última categoría se encuentra Camila, joven universitaria que cuenta su historia y da razones que le habrían llevado a violentar a una de sus compañeras durante años.

Con dudas, a ratos algo nerviosa, Camila se enfrenta a las preguntas. Pese a que la entrevista fue realizada en un ambiente seguro para ello, no quiso dar mayor detalle de su identidad y optó por no aparecer en imágenes.

Eran pequeñas, todo era un juego: así es como define Camila el contexto en el que realizaba las agresiones, tanto física como verbales, a su compañera de colegio. Asegura que le pidió disculpas y que hoy volvería a excusarse. Sin embargo, ahonda en su pasado: un clima hostil, solitario, algo que no reúne las condiciones para sentirse a gusto consigo y con el resto.

Desde muy temprana edad sentía que algo en ella no estaba bien. Los juegos que le proponían se alejaban de sus gustos; prefería estar con sus amigos hombres, no así con las niñas. Creció en un ambiente masculinizado, pues era la menor de tres hermanos, todos hombres.

Las peleas cuerpo a cuerpo... no importaba que fueran mayor que tú, no importaba si pesaba más, tú le peleabas igual. Creces con juegos con un poco más de fuerza física.

Las agresiones a su compañera fueron recurrentes; las redes sociales, mensajes en el cuaderno, golpes fueron parte de las conductas que Camila adoptó. Solo se detuvo cuando vió que el problema que había generado en la víctima estaba llegando a los límites. Sin embargo, se detiene y no ahonda en cuáles fueron esos efectos.

Actualmente, se recrimina y trata de buscar la justificación de su forma de actuar. Cree conocer la razón que le mandaba agredir a su compañera de curso. Aunque no busca justificarse, dice que el principal argumento que tiene es que no sentía acogida por quienes quería que lo hicieran, que le dieran su aprobación. Era una época de cambios.

Tenía muchos problemas en casa, era parte de los hermanos del medio de una familia muy grande. Necesitaba la atención que me daba un grupo en específico; ser y sentirme parte de él.

Camila no recibió ayuda psicológica y el drama en su hogar continuaba. La relación con su madre no mejoró, lo que gatillaba todo. Seguía siendo ese polo aislado dentro de las paredes de la casa.

Su proceso de crecimiento y desarrollo personal no fue fácil. Comenta que desde pequeña fue reprimida por no identidentificarse con los cánones tradicionales, con los estereotipos femeninos socialmente validados.

El dolor no te da derecho a causar dolor al resto. Si tienes un problema, comunícalo con un mayor o con alguien de confianza, pero en ningún momento intentes justificarte. No porque tú estés sufriendo, también tiene que sufrir el resto.

El dolor parece ser su motivación. Cuando es consultada por sus más grandes angustias o pesares guarda silencia, abriendo los ojos por lo soprendida que le dejó la pregunta. Dice que nunca antes se lo habían preguntado de esa forma y que prefiere cambiar de tema, a ratos esquiva la mirada, como tratando de buscar un punto en el que concentrarse y no caer en detalles que revelen sus más íntimos sententimientos.

Finaliza su relato enfantizando en el rol que deben jugar los padres. La atención a cada paso que los hijos e hijas dan en su día día, el sentir por cada situación que experimentan, son aspectos decidores a la hora de comprender qué es lo se esconde dentrás de la agresividad, de la violencia, ahí también hay gritos de ayuda.